@HernanPablo
http://yaesta.blogspot.com

No estés triste papá.

En los últimos ocho años cambió nuestra forma de vivir, nuestra forma de hablar, nuestra forma de expresarnos. Cambió nuestra forma de entender lo público.
Los que creemos en la importancia de hacer algo por nuestro país, por pensar su funcionamiento y sus instituciones cambiamos nuestras actividades y comportamientos. Cambiamos algo de nosotros mismos todos los que estamos interesados en sostener la importancia de la política como herramienta de cambio, de transformación social, como práctica necesaria para mejorar el mundo de lo público y lo privado. Porque para ser feliz en lo privado hay que tener alguna capacidad de capitalización en lo público. Somos animales sociales, nuestra felicidad individual está vinculada muchas veces con lo que vivimos en esferas de la vida que son comunes a muchos individuos, que son públicas. ¿Acaso se puede pensar la felicidad o realización personal por fuera de lo público?
Uno puede tener muchas alegrías privadas (familia, amigos, novias, esposas, hijos, etc.) pero para que estos lazos personales funcionen bien, y para que las personas que a uno lo rodean sean felices, existe un ida y vuelta con lo público, antes o durante la cotidianidad de esos lazos privados. Entendemos por público todo ámbito fuera del hogar privado.
A partir de 2003 logramos entender lo público desde otro lado, recrear nuestros propios intereses. Los que vivimos por primera vez en democracia a partir de 1983, no sabíamos de la potencia de transformación que tenía la política, de la importancia del rol del Estado como rector de los destinos de la sociedad y el mercado. Lo aprendimos con el proyecto que existe desde 2003. Y en este aprendizaje, aprendimos también a ser ambiciosos, a no conformarnos con la foto, con los números positivos que existen desde 2003 hasta 2011. Aprendimos a pedir más, a pensar que la consolidación del modelo es un proyecto con innumerables desafíos, que se tienen que dar dentro del mismo camino. La sustentabilidad del modelo requiere un esfuerzo activo por parte de todos los que estamos interesados en él.
Y en este nuevo entendimiento de la política, y de lo público, muchos dejaron de militar. Porque su historia de militancia urbana había sido siempre en función de la resistencia. Los distintos grupos militantes no se terminaban de decidir si declararle su amor incondicional a Néstor Kirchner o seguir con la resistencia contra Duhalde. Y las convicciones se fueron apagando, entre los que sabían que la política había llegado de la mano del nuevo gobierno y los que creían que era una máscara de algo poco interesante que habitaba en su interior. Néstor Kirchner, en este sentido, reseteó el mapa político y militante de la Argentina. Y durante muchos años él militó por todos nosotros.
Después de ocho años, la alegría volvió a crecer en la sociedad, el pueblo se identificó con el Proyecto Nacional y Popular y así muchos volvieron a militar con mucha fuerza. Peleando ahora otros tipos de batallas. Con una presidenta que en cada discurso muestra el valor y la fuerza que tiene; a ella lo único que es capaz de quebrarla por segundos es la ausencia de su compañero de toda la vida. Una mujer que es una gran conductora, porque conduce desde la pasión, como los grandes líderes (a diferencia de los jefes estándar).
Tenemos Patria, porque tenemos gobierno. Y tenemos gobierno porque el pueblo ahora está dispuesto a empujar y contener. Cuando murió Néstor, mi hijo de casi 3 años me decía en la tarde de aquel jueves amargo: “no quiero que estés así”, “así cómo?”, le pregunte; “así triste”. La tristeza puede convivir con la política, con el amor –vaya si puede– pero esa misma pasión es la que nos ayuda a ir siempre por más. La tristeza puede convivir con la alegría… Porque aprendimos de nosotros mismos. Y sabemos qué país queremos. Y tenemos una guía fantástica. Es por eso que vamos a seguir el legado de aquel pingüino: vamos a dar todas las batallas.
Estamos resignificando la historia que nos toca vivir, estos ocho años van a quedar en la historia grande de la Argentina, y cuánto más tiempo pase más grandes van a hacer estos días. Es tiempo de pelear por nuestra historia. Cuidemos a nuestra patria, a nuestra presidenta, cuidemos a nuestros hijos. Y hagamos un país mejor para ellos, y para los hijos de todos los demás. Encontremos en la política al puente entre lo público y lo privado. Seamos nuestra propia historia.

@HernanPablo

El Viejo Vizcacha


Artemio Lopez

Mendieta
@mendieta
http://mendietaelrenegau.blogspot.com/


Soñar

En el 2003 hacía ya varios años que Roberto no soñaba. Su último sueño, cuando tuvo que abandonar la secundaria, había sido el tener una motito. Una de esas comunes, con motor de 100 o 150 que estaban expuestas en la concesionaria de la entrada, llegando por la ruta vieja. Y Roberto ya no soñaba porque, entre otras cosas, dormía poco y mal. Como no tenía laburo y en su casa, desde que al viejo lo habían rajado del taller mecánico, el clima no era el mejor, se iba todas las noches con los pibes a tomar birra, charlar y pegar faso de vez en cuando en la placita atrás de las vías. Ahí a veces tiraba la idea de irse del pueblo a Europa, como se habían ido Walter, Pipi y Anita. Ellos sabían, por sus viejos, que allá les iba más o menos bien. O por lo menos pensaba en pirar para Buenos Aires, como casi todos los demás. Que se habían ido yendo de a poco. Al principio se habían ido en tren, pero después hasta el tren se fue. Claro: eso de irse no era ni siquiera un plan, así que mucho menos podía ser un sueño pulenta, como el de la motito. Roberto no quería irse del pueblo: quería una moto.



De eso se acuerda ahora Roberto todos los domingos a la mañana, cuando le hace una limpieza profunda, detallista, una limpieza que empieza por el manillar y termina con la silicona que le pasa a las cubiertas. Se acuerda que hace ocho años, nada más que ocho años, ni soñaba que una mañana iba a empezar a laburar en el frigorífico nuevo -sueldo básico, pibe, que no tenés ni puta idea de esto, ¿estamos?, le dijo el capataz, Roque- y que otra tarde en el descampado de la esquina se iba a cruzar con Vero, que cortaba el pasto con sus compañeros de la Cooperativa de trabajo y que le iba a sonreír. A la semana fueron, Roberto y Vero, a bailar. Y al mes se mudaron juntos.

Qué iba a soñar Roberto, hace ocho años, que la Vero se le a plantaría fiero con querer casarse al enterarse que estaba embarazada: yo te quiero mucho, negrito, pero me firmás los papeles que viene un pibito, le decía Vero mientras tomaban mates antes de ir a laburar. No sólo le decía eso, la Vero se había puesto brava desde que andaba en la cooperativa, así que también le decía a Roberto que terminara la secundaria como había hecho ella o lo sacaba a patadas en el culo por vago.

Ni idea tenía Roberto de que unos meses después de eso iba a ser papá de Morena –se va a llamar así, se plantó la Vero, porque lo vi en la novela, me gusta y se acabó- y que un año más tarde Morena le iba a manchar el diploma del secundario con puré de zapallo.

En todas estas cosas piensa Roberto mientras limpia la motito. Los domingos, porque le gusta llevar a Morena a la escuela los lunes, antes de entrar al frigorífico –te ganaste un ascenso, pibe, le dijo Roque hace un par de años, va a entrar a laburar más gente y vos sabés cómo se hacen las cosas acá- y porque además le gusta que esté limpia para cuando la Vero se la lleva a su trabajo y sale a censar chicas atrás de las vías para armar una nueva cooperativa.

Roberto sonríe, mientras va secando con el trapo rejilla el tanque, recordando el cagazo que tenía la primera vez que se la prestó. Le faltaba garpar quince cuotas y tenía dudas, pero Vero le dijo: es de los dos, no te hagás el mimoso, que parece que querés más a la moto esa que a mí.

Así que Roberto, ahora, limpiando la moto, recuerda qué locos fueron sus últimos ocho años. Y qué rápido pasaron. Porque ahora a Roberto el tiempo le va mucho más rápido que antes, cuando se la pasaba en la placita con los pibes. Sin trabajo, sin presente, sin nada para hacer, sin futuro.

Pero en las mañanas de los domingos de 2011 Roberto sí sueña. Sueña despierto con que las cosas sigan bien, que el próximo gobierno no haga cagadas y sea más o menos como estos dos últimos y que haya trabajo. Que con la Vero están pensando que Morena necesita un hermano y que cuando sean cuatro van a tener que cambiar la moto por un autito.

Mendieta

Por @JipiPeronista y @ElMalaguero:

"Somos un ejército de Militantes del Amor"

JipiPeronista y El Malaguero


http://la-colombina.blogspot.com/

A BUEN ENTENDEDOR (Y A MALO TAMBIÉN)
Años habían pasado desde aquel desarraigo y yo iba (seguía) como bola sin manija, sapo de otro pozo, sonriendo para esconder el temor.

No puedo decir que estaba resignada, pero ya me pisaba los talones la desazón.

Desde chiquita sentía que vivir iba a ser una constante búsqueda de un lugar dónde encajar; siendo la pieza de un rompecabezas que ni existía ni estaba en los planes de ningún alma benevolente.

Eran mis veinti, no me juzgo ni me reprocho. Vivía debatiéndome, mientra decidía si ese boyar era por culpa de un inconformismo crónico o de una cándida perseverancia.

Me habían vendido, con hermoso moño y todo, eso de que ciertos sueños son utopías y por ende sólo sirven para frustrar. Sin embargo, implícita e ineludible, la certeza de un cambio posible hervía a borvotones.

Tener que desprenderme de mis raíces y salir al mundo a comprobar que igual podía ser yo, había reafirmado mis voluntades. Pero seguía sin entender tantas, tantas cosas...

Y después de las tristezas por las que todos recordamos haber pasado, en medio de una confusión desanimada, un tipo desconocido para mi, me cacheteó. Me despertó. Me puso alerta. Y se sumergió en medio de una multitud agotada pero viva de esperanza, los tocó, los miró a los ojos, los consideró. Les inyectó futuro.

Nunca, después de ese segundo, dudé de lo que nos esperaba. Dejé de sentirme pieza perdida para conventirme en engranaje activo.

Y hoy, todavía hoy, sigo llorando esas lágrimas. De emoción, de alegría, de extrañar. Esas que reciclo cada vez que busco la fuerza para seguir construyendo presente, pensando en un mañana con afición y convicción.

Hace ocho años empezaron a regalarme un país al que no me da pavor traer un hijo, un espacio en el que puedo proyectar, una convicción redefinida y consolidada. Un nuevo concepto de protección.

Me llaman cooptada. Me chicanean. Me pinchan. Me buscan el disyuntor.

Y yo pienso que nadie que me conozca desde siempre puede decir que alguna vez quise lo contrario a lo que hoy tengo la suerte de estar acariciando.

Le pese a los que le pese, se indigeste quien se indigeste, adhiero a este conjunto de ideas, principios, valores, bases. Los que se quedan solo en las banderas, sin ver lo que se cuece en el fondo, deben estar perdiéndose una de las tantas formas de la felicidad.

Pienso seguir adelante, conozco mis intenciones. El otro, el conjunto, que todos podamos sentirnos parte, es una prioridad para mi.

Y no voy a perder en explicarme más, porque eso no es lo importante. El valor está en los hechos, en la irrefutable realidad: certidumbre, perseverancia y, por sobre todas las cosas, una conciencia total del otro.

Mi deseo de hoy es que no se pierdan esos cimientos, confundidos en medio de egos, intereses individuales y ansias de notoriedad.

Luty (@lakolombina)

@jusKosmonauta

@akuhamuerto

8 años… 8 años que parecen menos, pero que se sienten más. Se sienten más porque claro, cuanto menos viviste, más corta se te hace la diferencia.
Si bien con mis 11 años la asunción de Néstor no fue algo que me interesara ni comprendiera nunca, nunca me voy a olvidar de algo que, hasta en ese momento de abstracción absoluta me llamó la atención como pocas cosas.
Recuerdo que en casa estaban mis dos viejos con la tele prendida, contentos, celebrando que el riojano se había bajado. Néstor Kirchner había ganado la elección presidencial. Y ahora sí, lo que tanto me marcó fue (y seguramente no fui el único, pero no le quita lo especial.) verlo al tipo ese, flaco, alto y para colmo bizco, metido entre la gente saludando, saludando a todo el mundo, feliz, con la frente sangrando porque se golpeó con una cámara. Todo felicidad, lo demás no importaba.
Ese es mi primer recuerdo de Néstor.
En fin, el tiempo pasaba y todo cambiaba, el humor, las caras, el panorama. Mi viejo conseguía un mejor laburo, todavía de mierda, pero mejor que el anterior. Cobraba un sueldo adecuado y mi vieja pudo dejar de tener que dar clases del otro lado de la capital para bancarnos. Se pagaron las moras, las deudas… Aparecieron las vacaciones. Vacaciones, gente, me fui de vacaciones! Y no solo una vez, ni dos, tres años. Tres años seguidos a la costa Argentina y ahí fue donde reaccioné. Cada vez más gente en la costa, más edificios, más negocios, algo pasaba, algo pasa.
Y así fue como un punki de apenas un puñado de años se vió, de un día para otro, bancando a un político, una idea, un sueño. Sueño del que me hice, hago y haré cargo, desde hace ya unos cuantos años, no serán 8, rondarán los 6, de hecho, son pocos pero son todos los que mi edad me permitió interesarme por la política.
Gracias Néstor por sumar para que yo sea quien soy hoy.
Aku.

@akuhamuerto

Mi abuela es radical. Pero no es radical de Yrigoyen o Illía. Mi abuela es radical “de mi abuelo”. Mi abuelo falleció en el 1998, pero ella no se permitió nunca cambiar el discurso.

Mi abuela, además, es de un pueblo rico de la provincia de Buenos Aires y cuando fue el conflicto del campo, a pesar de que la única cercanía de la familia con una parcela de tierra es el fondito modesto atrás de la casa, se alineó con la crítica a las retenciones. “Acá en la esquina hacen piquetes todos los días, ves a los señores ahí…. Los vecinos –que sí tienen campo. todos- están pasándola mal”, decía.

El 28 de junio del 2009 a mí me encontró con unos 40º de fiebre que me gustaba atribuir las elecciones pero que, en realidad, eran producto de la afamada gripe A. Mi abuela llamó para ver cómo me sentía. Le dije que estaba bien, que ya había ido a votar y me había vuelto a la cama.
Se espantó, ¿cómo se me ocurría salir a la calle así como estaba? Encima seguro había ido a votar a “Kirni” (mi abuela le decía asi, Kirni, a veces le decía Kirner) con todo lo que estaba haciendo. Una locura.

Respiré hondo y con toda la paciencia de nieta le pregunté si ya había cobrado la jubilación. Me contestó que sí, que ya había cobrado y había empezado a pagar las boletas. Acto seguido le pregunté qué había comido ese día, si algo rico o le tocaban los fideos o arroz, y su respuesta fue que había comido bien, que hacía tiempo no tenía que recurrir constantemente a los fideos y el arroz.
Mi abuela no entendía porqué le preguntaba eso, pero yo estaba intentando marcar un punto. Le dije que “ese que está haciendo mierda el país” –como decían sus vecinas- era el que se había acordado de ella y le aumentó la jubilación, el que, junto a su esposa, decretó el aumento automático de los haberes por ley, el que permitió que su amiga sin aportes se pudiera jubilar. Era él quien había recuperado el país y lo había sacado de los fideos y el arroz.
Mi abuela rezongó y cambió de tema.

El 29 era un día triste. La fiebre no me bajaba y la derrota estaba cantada. Mi abuela volvió a llamar. No me preguntó cómo estaba, solamente me dijo “Ayer después de hablar con vos pensé mucho, agarré el bastón y fui a votar. Lo voté a Néstor.”

Ya no era Kirni, era Néstor.

Una Tal Carla

Mariano (@neete)
http://charlascerebrales.blogspot.com/

-Má, quién ganó al final?-
-Kirchner, Mariano.-
-Y ése? De dónde salió?-
Me gusta pensar que nuestra historia con el kirchnerismo, para muchos de los que éramos tan sólo unos niños, nació así, sin saber nada, sin saber quién era ese flaco fiero, uno más, otro que venía a decir y no hacer.
Qué importa? Las cosas siempre habían sido así. En mi corta vida había visto a siete presidentes jurar. Sí, siete. Y ni uno sólo fue amigo mío. Y éste por qué iba a ser diferente? No era que todos los políticos eran una manga de garcas? Peronistas, radicales, todos iguales. Pero así como cuando llegó ése, me quedó marcado. Algo tenía, llegó de la nada, y por algo habría llegado.
Ese 25 de mayo juró como tantos otros. Se divirtió. Lo sentía su lugar, estaba donde pertenecía. Y estaba con ella, su amiga, su novia, su mujer de toda la vida.
-Che, me gusta este Kirchner. Bastante bien.- Le dije a un amigo un tiempo después. Más o menos por la época que Kirchner hizo bajar el cuadro de Videla.
Así empezó mi primera charla sobre política. Tímido, sin mucho que decir. Tan sólo lo que estaba viendo. Tan sólo lo que estaba sintiendo. Sentía que había algo más que otro político. Será posible? Existe realmente esa clase de presidente? Y me lo demostró. No en palabras, en actos, porque en la política, al contrario de la vida, no es suficiente con parecer, también hay que ser.
Pero un día se fue Kirchner y ese día lo despedimos todos como si hubiera estado siempre. Nadie se tuvo que preguntar quién era, ya estaba en nosotros para siempre. Y la dejó a ella, sintiéndose sola, llorando. Y lo sigue llorando pero ahora sabe que no está sola. Tiene a todo un pueblo detrás que se lo demuestra cada vez que hace falta. Que le pide que siga, que tenga fuerza, que lo haga por él, que lo haga por nosotros, que no la vamos a abandonar, que nosotros también lo seguimos llorando, que lo seguimos recordando.
Y al final? Qué hicieron en ocho años? Mucho. Cambiaron la política pública de Derechos Humanos; cambiaron nuestra política exterior terminando con el atropello exterior; comenzaron la primera reforma fiscal en décadas, la que hoy permite recaudaciones récord; renegociaron la deuda externa y terminó con la estúpida dictadura del FMI; liquidaron el infame negocio de las AFJP y recuperaron para el Estado la previsión social; con la nueva Ley de Medios limitaron el poder absoluto de la dictadura periodística privada e impulsaron la Ley de matrimonio igualitario que mantiene una política antidiscriminatoria, algo que jamás tuvimos. Bastante, no?
Qué más se puede decir?
Llegaron siendo los Kirchner, él se fue siendo Néstor, ella se quedó siendo Cristina. Amigos.

Mariano (@neete)

Por @YoFermina

Cuando asumió Néstor yo tenía solo 17 años. No había terminado el secundario. Tenía siete materias por rendir. Me quería matar. Nunca me había llevado nada. Mi cabeza giraba en torno a salir al mundo laboral, una relación complicada y buscar la manera de terminar el secundario lo más rápido posible. Mis 17 años no tenían política. Entré a trabajar a una heladería, recuerdo. La pasaba un poco mal ya que trabajaba muchas horas, trece horas para ser más exacta. Luego cambié de trabajo mientras seguía intentando rendir materias. Seguía sin política en mi vida. No me interesaba. Era algo ajeno, me parecían todos unos chantas. Miraba Mtv, salía mucho, dormía poco y eran contadas las veces en que pensaba cosas que eran realmente importantes.

Finalmente, luego de tres años, pude finalizar el colegio, privado, el cual me enseñó poco y nada, y me anoté en TEA. Llegué con un bagaje bastante pobre, lleno de baches, sin intereses, poca literatura y mucho miedo. ¿Por qué les cuento mi historia educativa? Porque creo que en definitiva son las bases. Las raíces. La cuestión es que mis raíces no fueron fuertes y, tal vez por eso, nunca me había interesado en la política. Me senté en el banco y me di cuenta que no tenía idea de por qué estaba estudiando periodismo y mucha menos idea de quién eran los personajes que se nombraban en clase. Entré en pánico. Comencé a estudiar, a leer, a informarme casi de manera desesperada. Me di cuenta que estaba completamente indefensa en un mundo de la información que me iba a comer cruda.

Ahí comencé a darme cuenta de la importancia que tenía todo lo que alguna vez me quisieron robar. A medida que pasaban los meses, y me iba informando, me fui dando cuenta que algo en todos los años que tenía no había funcionado bien. Yo, como tantos otros, mamé los 90 y puedo decir que Menem me cagó la infancia. También puedo asegurar que Néstor la levantó, Cristina la limpió un poco y juntos la sentaron a tomar la leche con el himno de fondo. Esa es la sensación que me dan estos ocho años. La escena: Una mesa. Un himno. Un café calientito. Un nene haciendo la tarea. Una madre que llega de trabajar y un padre que se va a trabajar. También hay otro escenario, que está latente y es el más triste: Las villas. La tristeza de los chicos comiendo en la basura. Las familias en la calle. Los cartoneros. Los nenes drogándose porque tienen hambre. Pfffff. Miles de cosas horribles. No quiero que piensen que somos ciegos. Pero es ese el escenario que Cristina quiere cambiar. Lo sabemos nosotros, los que militamos para que este modelo se profundice y crezca. Lo que tenemos que lograr es que, los que no lo saben, empiecen a darse cuenta. La finalidad del Gobierno es mejorar.

Sabemos que nos falta muchísimo, pero estamos cada vez más cerca.

Fermina, Daza

Horacio Bouchoux
Centro Cultural Oesterheld

EL KIRCHNERISMO Y EL FIN DE LA NOSTALGIA

Provengo de una familia de militantes. Hijo de militantes. Sobrino de militantes. Nieto de militantes. Desde pibe, en sobremesas y reuniones familiares, me acostumbré a la conversación política y me formé en mi comprensión de lo histórico con una derrota a cuestas, que tiñó desde un primer momento mi percepción de la realidad y de la política.

Mis primeros años de militancia –compartida con varios de los compañeros con los que aún caminamos senderos comunes- fueron en la UES de La Plata, con los últimos estertores de la llamada primavera democrática, cuando aún la renovación peronista representaba cierta esperanza de resignificar y remontar la derrota de los setenta. Éramos todos o casi todos hijos de militantes y nos formamos leyendo los mismos libros que nuestros viejos, más las pocas publicaciones disponibles respecto de la historia reciente.

En esa época teníamos esperanza, es verdad. Pero era una esperanza nostálgica, centrada en la reivindicación de una historia no vivida por nosotros. Nos sentíamos herederos y continuadores de una experiencia inmensa; pero andábamos a los tumbos como guardianes de una tradición abandonada, o como incomprendidos portadores de una épica a destiempo.

Apenas recorridos esos primeros pasos, los noventa, el neoliberalismo y la caída del muro de Berlín derrumbaron el edificio que cimentaba nuestra militancia y nos encontramos desnudos y desamparados frente a una realidad que no figuraba en los manuales que habíamos leído. El peronismo que nos habían contado no existía más y el desconcierto parió la dispersión. Entonces, oscilamos entre el refugio de la vida privada y diversas alquimias políticas, culturales y/o sociales que variaban en sus grados de resistencia e integración respecto del nuevo orden, pero que no lograban constituirse en ningún caso como espacio común para la militancia, para todos los militantes nacionales y populares.

Y en esos años de escepticismo y desesperanza nos acostumbramos a la derrota. Porque si bien hubo innumerables, experiencias y ejemplos encomiables de lucha y de construcción, lo cierto es que nuestra mirada estaba más centrada en el espejo de un pasado irrepetible, que en un horizonte que sentíamos cada vez más árido y hostil. Nuestra utopía seguía estando detrás nuestro.

El 25 de mayo de 2003, deus ex machina mediante, todo cambió de manera inesperada y nuestra subjetividad militante dio (sería más preciso decir que fue dando) un giro copernicano.

Es cierto que la llegada de Nestor al poder sería impensable sin la crisis terminal del 19 y 20 de diciembre de 2001. También es cierto que la resistencia al neoliberalismo se fue forjando en la calle y generó el plafón sin el cual esta experiencia histórica no sería posible. Nadie en su sano juicio puede discutir eso. Tampoco que este proceso político es parte de un proceso regional más general de salida de la noche neoliberal y de construcción de proyectos populares desde el Estado.


Sin embargo, la llegada de Néstor al poder fue una anomalía que sorprendió a todos. A nosotros y a ellos.

Día a día, semana a semana, mes a mes y medida a medida, fuimos sintiendo por primera vez en nuestra vida que un gobierno cinchaba del mismo lado que nosotros. Al principio con desconfianza, luego con algo de sorpresa, finalmente con entusiasmo, nos fuimos convenciendo de que este gobierno era nuestro gobierno.

Como los amantes que vuelven a vivir el amor después de mucho tiempo de soledad y escepticismo, nos costó comprender del todo; pero un día despertamos y de repente nos dimos cuenta que habíamos dejado de añorar épicas pretéritas y estábamos viviendo nuestra propia primavera.

Y entonces nos enamoramos definitivamente de Néstor. Y lo quisimos como quisimos y queremos a pocos. A muy pocos en toda nuestra historia.

Vaya paradoja, el discurso de la derecha y los medios hegemónicos suele tildar al kirchnerismo de nostálgico, debido a su política de memoria, verdad y justicia y su reivindicación de la experiencia política de los setenta. Nada más erróneo. Porque si hay algo que caracteriza a los procesos transformadores es que, al construir su propia épica, refundan la afectividad de quienes forman parte del mismo, dotándolos de una nueva mística y un nuevo relato que, aunque anclado en tradiciones anteriores e incorporándolas al nuevo proceso, se plantee reivindicaciones y objetivos novedosos, acordes con el contexto histórico en que se desenvuelve.

En 1996, al conmemorarse los veinte años del golpe genocida, se estrenó la película de “Coco” Blaustein, “Cazadores de Utopías”. Recuerdo el monólogo final de “Piraña” Salinas, antes de la única, monumental versión grabada de La montonera del Nano Serrat sobre la que se ven los títulos del documental. Recuerdo casi exactamente sus palabras, que ponían el broche final al film: él decía, desde el dolor de la derrota, que se sentía orgulloso de haber formado parte de esa generación, de haber formado parte de esa juventud maravillosa, de haber sido protagonista de la historia, de esa historia. Incluso, agrego yo, más allá del resultado final.

Recuerdo también la extraña mezcla de ternura, nostalgia y envidia que sentí la primera vez que lo ví y lo escuché: ser protagonista de un proceso transformador es el sueño de todo militante popular.

Eso significaron estos ocho años de kirchnerismo, para mí y para muchos de nosotros, en términos de nuestra más íntima subjetividad y de nuestra batalla cultural particular: El fin de la nostalgia. El fin de la nostalgia y el comienzo de una etapa de la que podemos enorgullecernos, como “Piraña”, de ser protagonistas.

La diferencia a favor nuestro, es que esta vez no habrá derrota.

Horacio Bouchoux

Hay algo ahí.

Era el año 2004. En Paraná, en el bar donde se cocinaban los rumores que a la tarde se presentaban como hechos noticiosos, me senté cuando salí de la radio. Un funcionario del gobierno de Busti, estrenando saco, se me acerca a la mesa. Tenía un par de años menos que yo y nos conocíamos de la escuela primaria. Me consultó por un comunicado de prensa de la juventud peronistas, en ese entonces, muy identificada con una ortodoxia en desuso. Como un saco viejo.
Se aflojó la corbata –seguramente comprada en cuotas- y se pidió un café. Con edulcorante.
-Yo pondría, entre las cosas que mencionás (el impulso al juicio político a la corte suprema, el descabezamiento de los milicos, la recuperación de la Esma, el aumento de las asignaciones y jubilaciones y el retorno de las paritarias, que vino el segundo día de asumir a traer pesos para que retornen las clases en Entre Ríos, la integración latinoamericana y la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida) que en el acto de recuperación de la Esma el Himno Nacional fue cantado por Charly García, en la versión de Charly García.

Yo quería, un poco, romper las pelotas. Mi amigo, apagando sus dos celulares (señal de profunda reflexión) me increpó, cauteloso:

-Pero Charly García ¡era menemista!

Lo dijo con signo de admiración: ! Viejo zorro, nos conocemos.

-Está bien, pero el punto no es ése. Es la primera vez en la historia que un presidente de la nación se baja del protocolo azul. El Himno cantado como rock, ése es el punto.

Después, creo que me fui a caminar un rato por la plaza y a dormir la siesta. Al otro día, estaba el comunicado en el diario de la Sociedad Rural. Decía eso del himno y el rock. Me dio risa. Se lo dije medio en serio, medio en joda.
Siete años después puede que se pueda entrever ahí algo. O que, pueda decirse (para autoelogiarse, que es el modo en que se hace hoy periodismo) que algunos vieron un indicio de diferencia, de acento distinto, alternativo, ahí.
La hipótesis suena algo pelotuda por que se trata de una cosa menor al lado de una inmensa: la recuperación de la Esma.
Sin embargo, podría haber sucedido de otra manera. ¿Porqué poner el himno en una versión roquera en vez de la marcial, desteñida, habitual y rutinaria cantata de corte militar?
Es una buena pregunta.
Bah. No sé si es una buena pregunta.
Pero sí es algo que no estaba en los papeles, que no fue puesto en los programas, que quizás hasta sobraba, que mostrada la desmesura, je, ese rasgo tan tierno que el kirchnerismo le imprime a los grandes acontecimientos históricos.
La rebeldía de estas cosas, vistas a hoy, puede que hayan sido el anticipo de la diferenciación entre poder y gobierno.

Lucas Carrasco

 
No lo voté

No lo vote, en realidad ni me acuerdo a quien vote.
Pero te digo que no lo vote para no levantar un estandarte que no podría defenderlo ni siquiera de mi repregunta.
Me acuerdo que en 2da vuelta lo votaba seguro. es cierto, es fácil esa.

Me acuerdo que del momento en el que tomó el bastón, hizo malabares, me acuerdo cuando salió a saludar y frenteò una cámara.
Ahí me hice kirchnerista.

En el medio paso Página 12 con Feimann el bueno, y yo pensaba,"tengo que estar equivocado, este tipo es un fanático, algo no estoy viendo".
Vote en el 2005 y en el 2007 fui feliz con Cristina.

Después vino la 125 y era el mas kirchnerista de todo mi grupo.
Familia, amigos, novia.
Era el ùnico kirchnerista del grupo.

Pasó la 125 y pasó Cobos, hubo que rearmar, que reagrupar.

Llegó el bicentenario y la gente, y los bailes y mirar todo asombrado mientras escuchabas a la televisión decir que no había que ir al centro porque era un caos.

Vino el Censo y se fue Néstor, y el telèfono avisando y el "me estas jodiendo!".
El nudo en la garganta durante todo el dìa.
Darse fuera que lagrimeas por un político, que te asombras por eso.
Que aun tenes la capacidad de asombraste a vos mismo.
Ir a la plaza. La gente. Ver tipos grandes, miles de pibes de tu edad, sentirse acompañado, abrazado.

Darse cuenta que no estàs tan solo como te quieren hacer creer.

Ver que todos los anti K que te rodean empiezan a reconocer algo.
Que està bien, que no fue todo tan malo, Aerolineas, las AFJP, las jubilaciones, la AUH, las reservas, la quita de la deuda, el crecimiento.

Te das cuenta que no estàs tan loco como querian demostrarte.

Pasaron 8 años, montones de logros, montones de cosas por hacer.
Pasaron 8 años y seguimos creyendo en este camino.

Pasaron 8 años y cuando tengamos hijos, cuando tengamos nietos, le vamos a contar que vivimos estos días, que creímos en estas ideas, que defendimos desde cada lado un proyecto en común con mucha gente.

Cuando llegue ese momento, agradecidos vamos a poder decir "yo estuve ahi" y acordarnos del hoy, de escribir y de leer estas notas y de la gente que conocimos con una sonrisa de oreja a oreja.

@_1panda_

Nicolas Toranzo
@NicoToranzo

Esta historia, mi historia, tiene varios comienzos. Puede empezar ahora, un 25 de mayo bien temprano, cuando por primera vez escribo sobre ellos y sobre estos ocho años y expreso acá, en el papel, lo que siento hace bastante.

Y también puede empezar el 1 de marzo de 2011 cuando ella enfrente de todos los diputados y senadores de este país avisa, por si alguno todavía estaba despistado, que “a la Casa Rosada no la manejan las corporaciones”. Te lo dice así, clarito, para que lo entiendas.

O ese 27 de octubre de 2010, cuando te despertás ilusionado con demostrar que este censo va a ser el mejor y no va a pasar nada de eso que te dicen que va a pasar y te quieren asustar. Pero te despertás y antes de cualquier cosa te enteras que se murió, que el no está más, por lo menos físicamente. Y ves a toda esa gente que va a la Plaza a saludarlo, a despedirlo, a verla a ella. Y vos no estás y sabes que te vas a arrepentir de no estar ahí.

O el 24 de agosto del mismo año, cuando una mujer, ESA mujer, una presidenta, ESA presidenta, te cuenta la historia de un crimen de hace 30 años, que sería una gran novela pero no, ocurrió en serio y ocurrió acá. Y te lo cuenta tan bien y tan claro y vos te das cuenta, por fin y para siempre, de que lado tenés que estar y vas a estar y vas a defender. Porque hay un momento en que tenés que elegir y no hay grises, ahí si que no hay grises, así que decidite, y te decidís y vamos con ella, Cristina se llama.

Y antes de que te decidas, cuando no sabías para que lado ir, hubo otros comienzos.

Pudo ser ese 15 de julio a la madrugada, cuando te quedas dormido y no ves el final, pero te despertás y ahora vivís en un país más justo, más igual, más lindo. Y el, un tiempo antes, levantó su mano en la Cámara de Diputados y votó porque sea un país más justo, igual y lindo.

O el 10 de octubre de 2009 cuando por fin y después de 30 años tenés una Ley de Medios que es tuya y que es de la democracia.

O también cuando la plata de los jubilados volvió a ser de ellos y no de las empresas.

O también cuando le paga al FMI y le dice “tómatelas”. Porque este país es libre y soberano y decide su propio destino y no vas a venir a darme recetas repetidas que solo fracasaron.

O cuando bajaron esos cuadros de la ESMA porque el lo ordenó, porque esos cuadros no tienen, no deben y no van a estar ahí. Y eso es solo un gesto, enorme, de todo lo que viene después. De la Justicia, al fin.

Esos, y tanto otros, son los comienzos posibles de mi historia.

Pero la historia de nosotros, y nosotros somos todos, esta historia en general, arranca hace 8 años, el 25 de mayo de 2003 cuando el, Nestor se llama, entra a la Casa Rosada. Y vos tenés 15 años y no te acordás mucho ahora porque tampoco le prestaste tanta atención, pero te acordás que dijo que no iba a abandonar las convicciones en la puerta. Y no lo hizo.

Y después se fue a la Plaza con todos. Y eso si que no te lo olvidás.

Nicolás Toranzo

Agustín Remiro
@agusremi


Fanatismo
En 2003 no voté a Néstor. En realidad no voté a nadie porque no había hecho el cambio de domicilio y estaba a más de 500 kilómetros. Igualmente no tenía pensado hacerlo. No lo conocía y encima llegaba de la mano de Duhalde, “el Mono Relojero”, por lo que me generaba desconfianza. La misma de la que habla Hebe de Bonafini cada vez que rememora aquellos años.

Sin embargo, mi percepción cambió el día de su asunción. Su discurso tocó una fibra interna dentro de mí y su actitud fuera de protocolo me hizo pensar que lo que venía era diferente. Mejor.

En los meses siguientes, sus medidas de gobierno me hechizaron y con el tiempo me convertí en un fanático, una categoría para muchos despreciable pero, como dijo Evita “solamente los fanáticos -que son idealistas y son sectarios- no se entregan”. Entonces enarbolé orgulloso las banderas de mi fanatismo, aún a riesgo de perder espíritu crítico.

En 2005, con un amigo arreglamos una doble cita con dos chicas. Salvo yo, todos estaban en pareja. Era una salida de trampa, a escondidas y en la que el sexo estaba asegurado. O casi. En un momento de la noche surgió la charla sobre el gobierno de Néstor y empecé a exhibir mi fanatismo. Los tres salieron a responderme con los botines de punta: la “utilización” de los derechos humanos fue su caballito de batalla. Discutí, defendí mi postura y terminé durmiendo solo en mi casa, mientras mi amigo terminó encamado con la muchacha que le correspondía (hoy ambos se declaran kirchneristas). Nunca me arrepentí de esa noche. Un polvo puede darse en cualquier momento pero el sentirme parte del proyecto de país que siempre quise tenía (tiene) más valor porque se trataba de algo muchísimo más poderoso, colectivo, inclusivo y con futuro. Qué hermoso creer en un futuro mejor.

Esa fue la primera vez que exterioricé mi fanatismo pero a partir de ahí nunca más me callé la boca. En 2007 voté a Cristina y lo grité para que lo escuchen todo. Ya no era el mismo.

La muerte de Néstor me golpeó. Días y días derramando lágrimas de tristeza por la partida del líder cuando todavía resta mucho camino por recorrer. Me enojé con él, por dejarnos solos, por dejarla sola a Cristina. Pero tras el shock tuve la revelación: Ella no está sola, nosotros tampoco. El Pingüino ya había visto cosechado lo que sembró: un colectivo de personas que se encontraron, que dejaron de ser invisibles y que luchan día a día desde su lugar para construir una Argentina más justa. Él puede descansar en paz.

A 8 años de su asunción como Presidente y a 7 meses de su fallecimiento, recuerdo a Néstor como el “Che” Guevara de mi generación, como la persona que dio su vida para que nosotros y nuestros hijos y nuestros nietos estén orgullosos del país en que vivimos. Pero sin haber derramado una sola gota de sangre porque, compañeros: “El amor derrota al odio”. Y eso tiene un valor muchísimo mayor a aquella u otra madrugada de sexo, se los aseguro…

Agustín Remiro



Hoy fue una Jornada muy especial para muchos una revalorizaciòn de nuestra Patria, ya pasados los 200 años, y con 8 años de construcciòn ininterrumpida,Quienes nos leen saben de esto, quienes no lo hacen o no estàn de acuerdo tampoco pueden evitar reconocer los logros de la gestiòn de Nestor Kirchner como de su continuadora, nuestra flamante presidenta.
Si buscamos seguir construyendo debemos seguir en este camino y profundizar el modelo. Tanto desde el aspecto econòmico, todos queremos crecimiento, como del social, Todos queremos mejor salud y mejor educaciòn. No podemos olvidar en este ùltimo punto los nuevos derechos o como suelen llamarlos derechos de tercera generaciòn, ya accedimos al Matrimonio igualitario pero aùn faltan muchas màs leyes sociales de este tipo como la Despenalizaciòn del aborto, esto muy relacionado con la cartera de Salud o un crudo tema como la violencia de gènero.
Mucho ya se hizo en estos ocho años, no sòlo se pago la deuda externa, no sòlo estamos cerca de alcanzar un 50 por ciento de distribución de la riqueza, no sòlo tenemos ìndices de desocupaciòn menores a un dígito.
También se revalorizò la tercera edad, se estàn otorgando asignaciones que ayudan  con el aùn existente trabajo en negro, asì como muchas màs acciones que el ANSES està tomando.
Tenemos una Excelente ley de medios, que si bien aùn no puede estar implementada al cien por cien por los agentes externos, ha logrado modificar ya muchas acciones de los medios y de a poco va sembrando y cosechando estos frutos.
Pero ante todo esto, y muchos màs logros, còmo nacionalizaciones de empresas que estaban en bancarrota o con problemas de otro tipo que hoy funcionan mucho mejor que en el 2003, se ha recuperado la confianza en la polìtica, hoy muchos jòvenes se encuentran militando o preocupándose sobre situaciones que era imposible pensar en los 90’. Y es este resurgimiento el que puede lograr que por primera vez nuestra sociedad crezca màs allà de esa gloriosa època peronista.
Sigamos aportando y despertándonos, y no dejemos jamás la memoria porque nos ayuda a repensarnos y a no cometer esos errores.
Hoy en el dìa de la patria, en el 201 aniversario del inicio de este proceso feliciades para los que estamos, para nuestros hèroes colectivos, y para el que representò el inicio de este gran cambio, nuestro querido Nestor Kirchner.

@horusint

Alejandro Fernández
Peronista
@IPradio
http://www.ideasperonistas.com.ar/

“Este país no da para más” quizás haya sido la frase mas utilizada en ese tiempo deglutido por la historia.

Miles se fueron, tal vez como nunca antes había ocurrido. Quizás no hubo rifles apuntando, ni persecución ideológica, pero si la desazón de sentirse expulsados de su propia tierra.
No había inseguridad por aquel entonces en la TV, solo interminables colas frente a las embajadas… y a los tachos de basura.

Creo que lo peor que puede sucederle a un pueblo es perder el sentido de pertenencia.
Donde no hay sueños colectivos no hay Patria, y algo de eso nos ocurrió. En algún momento dejamos de ser uno solo.

Años pensando que desde la más imperfectible soledad, podías contra todo y contra todos… jugando al rock de los desangelados.
Y así fue. Todo era lo mismo, nada valía la pena… todo estaba perdido. Y cuando esto se hace carne en una sociedad el abismo está al alcance de la mano.

Por lo tanto el abismo llegó. ¿Qué otra cosa podía ocurrir después que en 1999 esta misma sociedad, revalidará la exclusión eligiendo a una Alianza que avisaba a todas luces que continuaría con el desfalco del 1 a 1?

Queda claro que, si elegís exclusión sembrarás un cisma de indescifrables escalas.

Luego Duhalde. El origen de todo mal. Al que resulta tan pero tan fácil pegarle. Tal vez sea una forma de esconder culpas del conjunto.

Lo cierto es que la Alianza fracasó estrepitosamente sin poder siquiera reaccionar mientras el país era vaciado de divisas y sueños en cuestión de horas.
Promesas de Protectorado, de Estado Libre Asociado, dolarización. Apostillas que se debatían por aquel entonces en los llamados círculos de poder.

Esto también ocurrió. Sería sano contextualizar el origen de todo. Al menos cada tanto.
Y saber, al mismo tiempo, que ese origen tuvo un antes… y que, en algún lugar de ese antes un futuro de gloria pareció estar al alcance de la mano.

Ya mi viejo empezaba a quedarse sin relatos para contarme de que se trataba el Peronismo. Pero yo estaba seguro de una cosa, aún no había vivido yo un gobierno Peronista.

Miles se fueron. Demasiados como para que no duela recordarlo.

Sin embargo, así como muchos miles decidieron preservar el microcosmos que los conformaba huyendo hacía la nada (de ser posible)…. también fuimos millones los que decidimos encarar el futuro con algo de esperanza. Con lo que quedaba de esperanza.

¡Ojo! Esto no nos hizo ni más valientes, ni más patriotas. Simplemente es una descripción de la realidad, la cual todos sabemos es la única verdad.

Aquel 2001 nos recuerda que, hasta que la clase media urbana no vio afectado su status no tomó real registro de lo que ocurría en esto que algunos seguimos insistiendo en llamar Patria.

Él tomó nota de todo esto, y lo hizo desde el conocimiento de haber comandado una provincia abandonada a su suerte. Desde una concepción política –el peronismo- que lo empujaba a plantear imposibles… y desde el espíritu pionero ¿Por qué no?
Y si hay algo de lo que sabemos mucho los patagónicos es de imposibles, y abandonos históricos.
Él entendió que -como dijo al asumir- era tiempo de “el cambio cultural y moral”. No prometió mucho más que eso… y no abandonar sus principios.

A muchos les pareció una frase de ocasión.

Sería él un títere de Duhalde. Cuanta candidez en quienes jugaron a plantear aquella escena. No tenían idea.

Quienes lo conocíamos desde hace un tiempo, sabíamos de su capacidad y que nadie podía someterlo, pero… ¿quién podía afirmar que este presente fuese posible?

Recuerdo que me desperté muy temprano ese día. Nos habían citado en la Unidad Básica pero preferí quedarme en casa.

Río Gallegos se congeló en el tiempo, un poco más de lo normal incluso. ¿Qué otra cosa podía ocurrir?
Fuimos más ciudad fantasma que nunca, esto volvió a repetirse hace poco… pero en forma de llanto inconsolable.

Toda Santa Cruz abrió los ojos buscando no perderse detalle. Un hijo de su tierra, un pibe que había pateado calle por calle estaba a minutos de asumir como Presidente de los argentinos.

De todos los argentinos, agregaría luego él. Y vaya que hacía falta tal aclaración.

Después vendría el golpe con un camarógrafo, el enfrentamiento con la Corte Suprema menemista, los mocasines, la pilcha no acorde, su revalorización de la política como herramienta de transformación, la recuperación de la industria, los millones de puestos de trabajo, los DDHH como bandera irrenunciable, su enfática defensa de un Estado fuerte y al mando de los destinos de la Patria.

Podría estar largo rato enumerando logros. Pero esto es parte de lo que todos saben, no hay demasiado que aportar en tal sentido.
Ya los libros y la memoria colectiva se encargaran de hacerlo. En si, ya lo están haciendo.

Pocos días después de haber asumido, Néstor volvió a Río Gallegos.
Caminó las mismas calles de siempre, sin custodia, sin estridencias ni poses de ocasión. Volvió a transitar cansinamente hacía el bar de siempre, a encontrarse con los compañeros de siempre, donde discutirían entre interminables pocillos de café el porque de tantas cosas.
Como siempre.

En el camino, se detendría a saludar a quienes afectuosamente, intentaban expresarle el orgullo que les provocaba.

Todos los llamarían por su nombre… Néstor, Lupín o en su defecto Lupo.

¡Cuidate Lupo! era una constante a cada paso.

El, increíblemente, recordaría el nombre de todos y acompañaría este gesto con una palmada en la espalda. Así fue por cuadras y cuadras hasta llegar a destino.

Yo lo vi, no me lo contó nadie.

Son esas escenas en Technicolor que difícilmente puedas volver a vivir y van acompañarte para siempre. Néstor dejaba de ser nuestro para ser de todos… y esa tarde, los santacruceños comenzábamos a sentirnos un poquito más unidos al resto de la Patria.

Patria que existe…. y vencerá. ¿O de que pensaban que se trata esta aventura?

Alejandro Fernández