@HernanPablo
http://yaesta.blogspot.com
No estés triste papá.
En los últimos ocho años cambió nuestra forma de vivir, nuestra forma de hablar, nuestra forma de expresarnos. Cambió nuestra forma de entender lo público.
Los que creemos en la importancia de hacer algo por nuestro país, por pensar su funcionamiento y sus instituciones cambiamos nuestras actividades y comportamientos. Cambiamos algo de nosotros mismos todos los que estamos interesados en sostener la importancia de la política como herramienta de cambio, de transformación social, como práctica necesaria para mejorar el mundo de lo público y lo privado. Porque para ser feliz en lo privado hay que tener alguna capacidad de capitalización en lo público. Somos animales sociales, nuestra felicidad individual está vinculada muchas veces con lo que vivimos en esferas de la vida que son comunes a muchos individuos, que son públicas. ¿Acaso se puede pensar la felicidad o realización personal por fuera de lo público?
Uno puede tener muchas alegrías privadas (familia, amigos, novias, esposas, hijos, etc.) pero para que estos lazos personales funcionen bien, y para que las personas que a uno lo rodean sean felices, existe un ida y vuelta con lo público, antes o durante la cotidianidad de esos lazos privados. Entendemos por público todo ámbito fuera del hogar privado.
A partir de 2003 logramos entender lo público desde otro lado, recrear nuestros propios intereses. Los que vivimos por primera vez en democracia a partir de 1983, no sabíamos de la potencia de transformación que tenía la política, de la importancia del rol del Estado como rector de los destinos de la sociedad y el mercado. Lo aprendimos con el proyecto que existe desde 2003. Y en este aprendizaje, aprendimos también a ser ambiciosos, a no conformarnos con la foto, con los números positivos que existen desde 2003 hasta 2011. Aprendimos a pedir más, a pensar que la consolidación del modelo es un proyecto con innumerables desafíos, que se tienen que dar dentro del mismo camino. La sustentabilidad del modelo requiere un esfuerzo activo por parte de todos los que estamos interesados en él.
Y en este nuevo entendimiento de la política, y de lo público, muchos dejaron de militar. Porque su historia de militancia urbana había sido siempre en función de la resistencia. Los distintos grupos militantes no se terminaban de decidir si declararle su amor incondicional a Néstor Kirchner o seguir con la resistencia contra Duhalde. Y las convicciones se fueron apagando, entre los que sabían que la política había llegado de la mano del nuevo gobierno y los que creían que era una máscara de algo poco interesante que habitaba en su interior. Néstor Kirchner, en este sentido, reseteó el mapa político y militante de la Argentina. Y durante muchos años él militó por todos nosotros.
Después de ocho años, la alegría volvió a crecer en la sociedad, el pueblo se identificó con el Proyecto Nacional y Popular y así muchos volvieron a militar con mucha fuerza. Peleando ahora otros tipos de batallas. Con una presidenta que en cada discurso muestra el valor y la fuerza que tiene; a ella lo único que es capaz de quebrarla por segundos es la ausencia de su compañero de toda la vida. Una mujer que es una gran conductora, porque conduce desde la pasión, como los grandes líderes (a diferencia de los jefes estándar).
Tenemos Patria, porque tenemos gobierno. Y tenemos gobierno porque el pueblo ahora está dispuesto a empujar y contener. Cuando murió Néstor, mi hijo de casi 3 años me decía en la tarde de aquel jueves amargo: “no quiero que estés así”, “así cómo?”, le pregunte; “así triste”. La tristeza puede convivir con la política, con el amor –vaya si puede– pero esa misma pasión es la que nos ayuda a ir siempre por más. La tristeza puede convivir con la alegría… Porque aprendimos de nosotros mismos. Y sabemos qué país queremos. Y tenemos una guía fantástica. Es por eso que vamos a seguir el legado de aquel pingüino: vamos a dar todas las batallas.
Estamos resignificando la historia que nos toca vivir, estos ocho años van a quedar en la historia grande de la Argentina, y cuánto más tiempo pase más grandes van a hacer estos días. Es tiempo de pelear por nuestra historia. Cuidemos a nuestra patria, a nuestra presidenta, cuidemos a nuestros hijos. Y hagamos un país mejor para ellos, y para los hijos de todos los demás. Encontremos en la política al puente entre lo público y lo privado. Seamos nuestra propia historia.
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No estés triste papá.
En los últimos ocho años cambió nuestra forma de vivir, nuestra forma de hablar, nuestra forma de expresarnos. Cambió nuestra forma de entender lo público.
Los que creemos en la importancia de hacer algo por nuestro país, por pensar su funcionamiento y sus instituciones cambiamos nuestras actividades y comportamientos. Cambiamos algo de nosotros mismos todos los que estamos interesados en sostener la importancia de la política como herramienta de cambio, de transformación social, como práctica necesaria para mejorar el mundo de lo público y lo privado. Porque para ser feliz en lo privado hay que tener alguna capacidad de capitalización en lo público. Somos animales sociales, nuestra felicidad individual está vinculada muchas veces con lo que vivimos en esferas de la vida que son comunes a muchos individuos, que son públicas. ¿Acaso se puede pensar la felicidad o realización personal por fuera de lo público?
Uno puede tener muchas alegrías privadas (familia, amigos, novias, esposas, hijos, etc.) pero para que estos lazos personales funcionen bien, y para que las personas que a uno lo rodean sean felices, existe un ida y vuelta con lo público, antes o durante la cotidianidad de esos lazos privados. Entendemos por público todo ámbito fuera del hogar privado.
A partir de 2003 logramos entender lo público desde otro lado, recrear nuestros propios intereses. Los que vivimos por primera vez en democracia a partir de 1983, no sabíamos de la potencia de transformación que tenía la política, de la importancia del rol del Estado como rector de los destinos de la sociedad y el mercado. Lo aprendimos con el proyecto que existe desde 2003. Y en este aprendizaje, aprendimos también a ser ambiciosos, a no conformarnos con la foto, con los números positivos que existen desde 2003 hasta 2011. Aprendimos a pedir más, a pensar que la consolidación del modelo es un proyecto con innumerables desafíos, que se tienen que dar dentro del mismo camino. La sustentabilidad del modelo requiere un esfuerzo activo por parte de todos los que estamos interesados en él.
Y en este nuevo entendimiento de la política, y de lo público, muchos dejaron de militar. Porque su historia de militancia urbana había sido siempre en función de la resistencia. Los distintos grupos militantes no se terminaban de decidir si declararle su amor incondicional a Néstor Kirchner o seguir con la resistencia contra Duhalde. Y las convicciones se fueron apagando, entre los que sabían que la política había llegado de la mano del nuevo gobierno y los que creían que era una máscara de algo poco interesante que habitaba en su interior. Néstor Kirchner, en este sentido, reseteó el mapa político y militante de la Argentina. Y durante muchos años él militó por todos nosotros.
Después de ocho años, la alegría volvió a crecer en la sociedad, el pueblo se identificó con el Proyecto Nacional y Popular y así muchos volvieron a militar con mucha fuerza. Peleando ahora otros tipos de batallas. Con una presidenta que en cada discurso muestra el valor y la fuerza que tiene; a ella lo único que es capaz de quebrarla por segundos es la ausencia de su compañero de toda la vida. Una mujer que es una gran conductora, porque conduce desde la pasión, como los grandes líderes (a diferencia de los jefes estándar).
Tenemos Patria, porque tenemos gobierno. Y tenemos gobierno porque el pueblo ahora está dispuesto a empujar y contener. Cuando murió Néstor, mi hijo de casi 3 años me decía en la tarde de aquel jueves amargo: “no quiero que estés así”, “así cómo?”, le pregunte; “así triste”. La tristeza puede convivir con la política, con el amor –vaya si puede– pero esa misma pasión es la que nos ayuda a ir siempre por más. La tristeza puede convivir con la alegría… Porque aprendimos de nosotros mismos. Y sabemos qué país queremos. Y tenemos una guía fantástica. Es por eso que vamos a seguir el legado de aquel pingüino: vamos a dar todas las batallas.
Estamos resignificando la historia que nos toca vivir, estos ocho años van a quedar en la historia grande de la Argentina, y cuánto más tiempo pase más grandes van a hacer estos días. Es tiempo de pelear por nuestra historia. Cuidemos a nuestra patria, a nuestra presidenta, cuidemos a nuestros hijos. Y hagamos un país mejor para ellos, y para los hijos de todos los demás. Encontremos en la política al puente entre lo público y lo privado. Seamos nuestra propia historia.