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Alejandro Fernández

Alejandro Fernández
Peronista
@IPradio
http://www.ideasperonistas.com.ar/

“Este país no da para más” quizás haya sido la frase mas utilizada en ese tiempo deglutido por la historia.

Miles se fueron, tal vez como nunca antes había ocurrido. Quizás no hubo rifles apuntando, ni persecución ideológica, pero si la desazón de sentirse expulsados de su propia tierra.
No había inseguridad por aquel entonces en la TV, solo interminables colas frente a las embajadas… y a los tachos de basura.

Creo que lo peor que puede sucederle a un pueblo es perder el sentido de pertenencia.
Donde no hay sueños colectivos no hay Patria, y algo de eso nos ocurrió. En algún momento dejamos de ser uno solo.

Años pensando que desde la más imperfectible soledad, podías contra todo y contra todos… jugando al rock de los desangelados.
Y así fue. Todo era lo mismo, nada valía la pena… todo estaba perdido. Y cuando esto se hace carne en una sociedad el abismo está al alcance de la mano.

Por lo tanto el abismo llegó. ¿Qué otra cosa podía ocurrir después que en 1999 esta misma sociedad, revalidará la exclusión eligiendo a una Alianza que avisaba a todas luces que continuaría con el desfalco del 1 a 1?

Queda claro que, si elegís exclusión sembrarás un cisma de indescifrables escalas.

Luego Duhalde. El origen de todo mal. Al que resulta tan pero tan fácil pegarle. Tal vez sea una forma de esconder culpas del conjunto.

Lo cierto es que la Alianza fracasó estrepitosamente sin poder siquiera reaccionar mientras el país era vaciado de divisas y sueños en cuestión de horas.
Promesas de Protectorado, de Estado Libre Asociado, dolarización. Apostillas que se debatían por aquel entonces en los llamados círculos de poder.

Esto también ocurrió. Sería sano contextualizar el origen de todo. Al menos cada tanto.
Y saber, al mismo tiempo, que ese origen tuvo un antes… y que, en algún lugar de ese antes un futuro de gloria pareció estar al alcance de la mano.

Ya mi viejo empezaba a quedarse sin relatos para contarme de que se trataba el Peronismo. Pero yo estaba seguro de una cosa, aún no había vivido yo un gobierno Peronista.

Miles se fueron. Demasiados como para que no duela recordarlo.

Sin embargo, así como muchos miles decidieron preservar el microcosmos que los conformaba huyendo hacía la nada (de ser posible)…. también fuimos millones los que decidimos encarar el futuro con algo de esperanza. Con lo que quedaba de esperanza.

¡Ojo! Esto no nos hizo ni más valientes, ni más patriotas. Simplemente es una descripción de la realidad, la cual todos sabemos es la única verdad.

Aquel 2001 nos recuerda que, hasta que la clase media urbana no vio afectado su status no tomó real registro de lo que ocurría en esto que algunos seguimos insistiendo en llamar Patria.

Él tomó nota de todo esto, y lo hizo desde el conocimiento de haber comandado una provincia abandonada a su suerte. Desde una concepción política –el peronismo- que lo empujaba a plantear imposibles… y desde el espíritu pionero ¿Por qué no?
Y si hay algo de lo que sabemos mucho los patagónicos es de imposibles, y abandonos históricos.
Él entendió que -como dijo al asumir- era tiempo de “el cambio cultural y moral”. No prometió mucho más que eso… y no abandonar sus principios.

A muchos les pareció una frase de ocasión.

Sería él un títere de Duhalde. Cuanta candidez en quienes jugaron a plantear aquella escena. No tenían idea.

Quienes lo conocíamos desde hace un tiempo, sabíamos de su capacidad y que nadie podía someterlo, pero… ¿quién podía afirmar que este presente fuese posible?

Recuerdo que me desperté muy temprano ese día. Nos habían citado en la Unidad Básica pero preferí quedarme en casa.

Río Gallegos se congeló en el tiempo, un poco más de lo normal incluso. ¿Qué otra cosa podía ocurrir?
Fuimos más ciudad fantasma que nunca, esto volvió a repetirse hace poco… pero en forma de llanto inconsolable.

Toda Santa Cruz abrió los ojos buscando no perderse detalle. Un hijo de su tierra, un pibe que había pateado calle por calle estaba a minutos de asumir como Presidente de los argentinos.

De todos los argentinos, agregaría luego él. Y vaya que hacía falta tal aclaración.

Después vendría el golpe con un camarógrafo, el enfrentamiento con la Corte Suprema menemista, los mocasines, la pilcha no acorde, su revalorización de la política como herramienta de transformación, la recuperación de la industria, los millones de puestos de trabajo, los DDHH como bandera irrenunciable, su enfática defensa de un Estado fuerte y al mando de los destinos de la Patria.

Podría estar largo rato enumerando logros. Pero esto es parte de lo que todos saben, no hay demasiado que aportar en tal sentido.
Ya los libros y la memoria colectiva se encargaran de hacerlo. En si, ya lo están haciendo.

Pocos días después de haber asumido, Néstor volvió a Río Gallegos.
Caminó las mismas calles de siempre, sin custodia, sin estridencias ni poses de ocasión. Volvió a transitar cansinamente hacía el bar de siempre, a encontrarse con los compañeros de siempre, donde discutirían entre interminables pocillos de café el porque de tantas cosas.
Como siempre.

En el camino, se detendría a saludar a quienes afectuosamente, intentaban expresarle el orgullo que les provocaba.

Todos los llamarían por su nombre… Néstor, Lupín o en su defecto Lupo.

¡Cuidate Lupo! era una constante a cada paso.

El, increíblemente, recordaría el nombre de todos y acompañaría este gesto con una palmada en la espalda. Así fue por cuadras y cuadras hasta llegar a destino.

Yo lo vi, no me lo contó nadie.

Son esas escenas en Technicolor que difícilmente puedas volver a vivir y van acompañarte para siempre. Néstor dejaba de ser nuestro para ser de todos… y esa tarde, los santacruceños comenzábamos a sentirnos un poquito más unidos al resto de la Patria.

Patria que existe…. y vencerá. ¿O de que pensaban que se trata esta aventura?

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