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Agustina, 20 años.

Diciembre de 2001. El padre no vuelve. El hermano tira piedras por algún lugar. La madre llora mirando la tv, “vuelven los militares”, dice. Y ella que no entiende nada.

Junio de 2002. Puente Pueyrredón. Mueren dos pibes. En la tele dicen que se llaman Darío y Maximiliano. Hay muchos heridos. Y aún más detenidos. Y ella que no entiende mucho.

Abril de 2003. El riojano maligno saca el 24,3 % de los votos. “Este hijo de puta va a ganar de nuevo”, dice la madre. Y ella ya empieza a entender.

Criada entre licuadoras de 17 botones, conocidos viajando por Miami, amiguitas conociendo Disney, animal print en las alfombras y el auge creciente del paraíso de los nuevos ricos: el querido country club. Criada entre fábricas que cerraban, un campo que no había forma de mantener, un padre con dos trabajos para poder bancar la situación. Criada para entender la indignación de su madre.
Pero el demoníaco riojano se bajó…

Mayo de 2003. Asume un tal Kirchner. “Vengo en cambio a proponerles un sueño.” dice. Ella no sabe quién es. Pareciera que nadie sabe quién es. Pareciera que llegó a la presidencia por descarte. Pero el tipo le pide perdón a las Madres. La madre se emociona. El resto incrédulo. Ella no entiende mucho. Él entiende todo.

Gracias a él, ella enloqueció a sus viejos. Lo que de pequeña era “Y vos qué hacías en los 70‘s?” “¿Y el abuelo por qué te quemó los libros de Dardo?” “¿Y ese libro rojo de ahí qué es?” “¿Vamos a ir a Plaza de Mayo el 24?”, pasó a ser… “¿Van a meter presos a los militares?” “¿Qué son las paritarias?” “¿Qué es default?” “Explicame eso del superávit.” “¿Cómo carajo van a hacer con la deuda externa?” “¿Y el sistema previsional qué es? ¿Cómo funciona?” “¿Ahora la abuela se va a poder jubilar?” “¿Qué son las AFJP?” “¿Qué onda lo de Aerolíneas?”
Y la pregunta del millón… “¿QUÉ CARAJO SON LAS RETENCIONES?”
Le siguieron respondiendo todas sus preguntas -que eran muchas, no lo duden- pero ya no se le hablaba con condescendencia. Tampoco se le hablaba con anhelos vacíos ni resignación evidente. Había terminado la época de mirar “Hora clave” para escuchar frases hechas de las bocas de unos cuantos 4 de copas. Había terminado la época de elegir “al menos peor” al momento de votar. Ahora era posible dejar de lado el cinismo y comprometerse con algo. Ponerse una camiseta con la sensación de que ganabas la Copa del Mundo.

Gracias a él. Él, que hizo bajar el cuadrito de Videla. Él, que derogó las leyes de obediencia debida y punto final. Él, que modificó la composición de la Corte Suprema. Él, que le peleó de igual a igual al poder económico. Él, que renegoció la deuda externa privada. Él, que rompió con el FMI. Él, que afianzó el MERCOSUR y le pegó una patada en el orto al ALCA. Él, que de a poco le devolvió el poder a los asalariados. Él, que se acercó a la CGT. Él, que copó UNASUR.
Y ella, que eliminó las AFJP, que le presentó pelea al campo, que nos dio la AUH, la ley de medios, el orgullo de ser mujer. Ella, que sigue adelante.

Gracias a él, Agustina empezó a militar. Y Agustina les va a contar a sus hijos que estuvo 29 horas en Plaza de Mayo, rodeada de miles y miles de personas que también iban a despedirlo. Les va a contar que un hombre le dictó un mensaje de aliento para Cristina, porque él no sabía escribir. Les va a contar que no pudo caminar por dos días por el dolor de las piernas. Les va a contar que vio a una multitud llorando a un líder. Ella hoy, con 20 años, responde las preguntas en la mesa.
“Que se vayan todos, que no quede ni uno solo” cantaban en la calle, hace menos de una década. Hoy la gente llora la muerte de un líder. “Fuerza Cristina”, gritan. “Néstor no se murió”, cantan. No se, yo te digo nomás, vos fijate. Yo por mi parte le digo gracias a él, Néstor, por ser el Perón de mi generación. Ni un paso atrás.

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